miércoles, 10 de agosto de 2011

Abajo


A veces se miraba al espejo con el afán de encontrar alguna marca, detestaba las cicatrices. Pequeños detalles, huellas diminutas de lo que en verdad le dolía. Usaba ropa holgada para ocultar su piel: pantalones jeans, camisetas manga larga o de cuello alto. Pero era tan especial el dolor, tan placentero. Sentía que estaba en el paraíso cada vez que el cuchillo entraba y la sangre brotaba. Mejor que cualquier orgasmo, pensaba.
Echada en la cama recordaba las palabras de su madre "es pecado sentir placer ahí abajo". No entendía aquello cuando era pequeña. Mirando por el balcón se preguntaba "estaría en el primer piso?".

- Dónde abajo, mami? - le preguntó después de correr un rato por el jardín.
- Abajo. Por donde las niñas hacen pis. Donde NO se toca - le decía la mamá haciendo una pausa a la lectura de la Biblia.
- Oh mami, yo sé cómo se llama. La miss nos explicó. Se llama vagina VAGINA - y sonreía orgullosa.

Lo que vivo después fue un jalón de orejas duradero y al año siguiente, la inscribieron en un colegio de monjas. "Esa no es la clase de educación para nuestra hija. Estas técnicas modernas son una tontería" le recriminó su padre a la profesora en el último día de clases.
Despertó. Había dormido algunas horas antes de que sonara el teléfono. "Ana, estás en casa?". Nada mejor que una llamada en la madrugada para amenizar. "Si, Antonio??". Le dió ganas de ir a dormir otra vez. "Si, estoy abajo. Sal por la ventana". Colgó el teléfono. Se asomó por la ventana y ahí estaba Antonio con las manos en alto para que lo viera. "Qué pasa?" gritó mientras cerraba más la bata de dormir. "Nada, quería conversar. Puedo subir?". Metió la cabeza, cerró la ventana y se sentó en la cama. Lo pensó mil veces en un par de minutos. Se abrigó más y presionó el botón del intercomunicador en la pared de la cocina.En minutos, Antonio estaba parado frente a ella. Mientras se quitaba el abrigo, ella sintió que estaba nervioso. "Quieres tomar algo?" le preguntó mientras encendía la luz del bar.Él calló. Luego de sentarse le dijo "necesito que me ayudes en algo".
Ana le había regalado las mejores madrugadas.La relación "incestuosa" según su madre, creció en la adolescencia y terminó cuando la enviaron a estudiar a una universidad de la capital. Después de eso nada fue igual. Regresó a vivir a la ciudad luego de seis años y, a pesar de mantener contacto con Antonio a través de internet o por teléfono, lo desconocía. El tiempo que duró el amor, le parecía una hermosa escultura griega. Su cuerpo en sí era perfecto: fuerte y delicado. "Como un dios griego" decía mientras lo miraba. Tenía la energía del mundo acumulada en su alma y sus ojos eran los más expresivos. Con el tiempo, todo había cambiado. Había mantenido la sonrisa casi perfecta que lo caracterizaba, nada más.

- Qué sucede? - dijo mientras le alcanzaba la taza con té caliente.
- Té? se supone que esto tranquiliza?- le dijo mientras soplaba.
- Entonces un cigarrillo? - abrió una cajetilla.
- Ahora no. Se supone que lo he dejado hace un mes- miró hacia el piso.
- Tu y tus cuidados exagerados. Bueno, cuéntame ¿mataste a alguien? quieres que mate a alguien? O alguna de tus amigas esta acosándote otra vez? - reía mucho.
- No, no y definitivamente no!.Se trata de mí. Tengo problemas con eso...con mi amigo, no sé qué sucede - miraba al suelo.
- También te gustan los hombres? Me sorprendes! Qué amigo es? - lo decía tan contenta
- No, la única bisexual que no se acepta aquí.. eres tú. Tengo problemas en la intimidad, con mi pene pues! No sé qué sucede.
- Deberías ir a un doctor o tomar una pastilla. No creo que yo sea de mucha ayuda.
- Lo sé. Tenía que decirle a alguien porque estoy preocupado. Azucena viene en una semana y no quiero decepcionarla. Tu me entiendes - parecía más triste.
- Oh si! tu novia "intermitente", pensé que habían terminado pero con ustedes nunca se sabe. Creo que esto de........ espera, escuchaste eso?
- Parece que viene de la puerta principal, voy a ver....
- Shhh - le susurró Ana mientras le ponía el dedo índice en la boca.

Se escuchaban golpes en el portón del edificio. Reconoció una voz femenina. Ana se acercó a la ventana y miró hacia abajo. Un hombre estaba dentro de un auto y una muchacha gritaba y golpeaba el automóvil. El rostro de la mujer le era familiar: la hija de los vecinos del primer piso, los dueños del edificio. El tipo encendió el auto y se fué rápidamente.
La muchacha continuó gritando al mismo tiempo que lloraba, se sentó cerca al pavimento y de pronto, volteó a mirar hacia el departamento de Ana. Ella se escondió tras la cortina. "Pelea de adolescentes para no variar", miró a Antonio y regresaron al mueble.

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